Hoy la vida de los vecinos de la Ciudad de Buenos Aires confluye en plazas y parques. Predios que funcionan como una extensión de la vivienda, que en el 76% de los casos es un departamento. Tras un año de convivencia con el coronavirus, para despejarse, para que los chicos corran o para ejercer otras actividades y minimizar el riesgo de contagio, lo mejor es el espacio público y verde.
Desde mediados de 2020, cuando se empezaron a flexibilizar las medidas de la cuarentena, los parques fueron llenándose de vecinos. Y se fue haciendo cada vez más evidente su escasez en el mapa porteño. Pero en un punto de la ciudad el problema no es la falta sino el bloqueo: un enorme pulmón, como el predio de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (UBA), está cerrado.
La prohibición de acceso empezó al decretarse el Aislamiento, Social, Preventivo y Obligatorio pero, a diferencia de lo que sucedió con otros espacios verdes, jamás se revirtió. Un año después, por decisión de la UBA, el ingreso al campus de Agronomía sigue vedado para los vecinos.
En la entrada principal de la facultad, en San Martín y Nogoyá, sobre las rejas alguien colocó un cartel que dice: «Prohibido el ingreso y la circu lación de público». Un año atrás, por ese mismo acceso los vecinos de Agronomía, Villa del Parque, Villa Devoto, Paternal, Parque Chas y Villa Urquiza accedían a la Avenida de las Casuarinas, que se adentra en el predio.
En el otro ingreso, en Constituyentes y Beiró, ahora también se topan con un portón cerrado.
En contraste con otros parques de la ciudad, en Agronomía para los vecinos todo era más agreste y más nativo, algo así como un campo urbano, pero sin la percepción de estar a metros de las avenidas San Martín, Constituyentes y Beiró.
«Yo vivo en el barrio Rawson, que toma el nombre de un médico higienista que veía la necesidad de que existieran pulmones verdes en una ciudad. Es curioso: qué más actual e irónico que un parque que fue pensado para que tuviéramos salud ahora esté cerrado», dice Victoria, de 27 años, una de las integrantes de Agrono de Todxs, el colectivo vecinal que reclama la reapertura del parque.
Victoria se crió en la zona y, cuando era chica, en el predio había un auditorio donde ella estudiaba teatro. «Así de abierta estaba la facultad al barrio», dice. En 2018 cuando su hija nació, otra vez el espacio se convirtió en una prolongación de su casa. «Con la pandemia fue terrible: tuvimos que encerrarnos y después, al salir, ya no pudimos volver al parque -lamenta- . Ahora tenemos que irnos lejos para acceder a un pedacito de tierra». A veces, con su hija, camina 15 cuadras hasta una plaza en Villa del Parque o 18 hasta el Parque La Isla en La Paternal.
«El parque bordea cinco barrios.
Con los accesos abiertos, había muchísima conectividad. Además, servía para acortar caminos. Hoy nos aislaron», dice. Y sigue: «Las personas que tomaron esta decisión no viven acá, no saben cuál es el impacto».
«Perdimos un espacio que era nuestro hábitat común. Tengo un hijo de 17 y a lo largo de 12 años era un lugar seguro a donde lo llevé a jugar», dice Rodrigo García, de 37. Es artista plástico y en el campus de Agronomía pintaba paisajes. «La cantidad de actividades que el barrio hacía ahí es larga. Había hasta prácticas de fotografía.
El parque tiene un ecosistema de abundante naturaleza que no hay en otros lugares. Con el cierre, afectaron nuestra sociabilidad, tiempos de recreación y la circulación».
Rodrigo vive cerca de la avenida San Martín y usaba el parque para cruzar hacia Villa Ortúzar. Hoy para hacer el mismo trayecto debe rodear el lugar y desviarse. Siente que los vecinos quedaron recortados. «Los que estamos en el reclamo -dice- tenemos respeto hacia la educación pública y nos duele que la UBA se vincule así».
El colectivo de vecinos juntó más de 1.500 firmas para pedir la reapertura del predio, que presentó en cartas dirigidas a las autoridades de la UBA y al Gobierno porteño. También solicitó una audiencia con la decana de la Facultad de Agronomía, Marcela Gally, y recurrió a las comunas y a la Defensoría del Pueblo de la Ciudad.
Además hizo un abrazo al predio y los domingos a las 17 un grupo se reúne en el acceso de San Martín y Nogoyá.
«Así como pedimos que nos escuche la universidad, queremos una política real de participación ciudadana.
En las comunas no nos dan prioridad para esta problemática: la falta de espacios verdes en la Ciudad es grave», agrega Rodrigo.
Los vecinos exigen que la facultad reconozca el carácter público del parque y entienda que en este momento el acceso «es una necesidad y un derecho de salud pública». Victoria dice: «Seguramente sea difícil el manejo de un predio tan grande, donde la responsabilidad recae sobre la facultad, y quizás por eso toman esta medida de privatización del espacio. Pero si así es, entre la comunidad vecinal, educativa y el Gobierno se puede hallar la manera de que intervenga otra área, para no cerrar. Pero en lugar de hablar, deciden en forma arbitraria».
«Que el parque de Agronomía esté cerrado viola el Código Urbanístico», dice Jonatan Baldiviezo, presidente del Observatorio del Derecho a la Ciudad.
Y amplía: «El Código define que las zonas que están determinadas como Urbanización Parque (UP), como este caso, son espacios verdes públicos de uso público. No es un obstáculo que los predios sean de la UBA». Baldiviezo asesora a los vecinos en su reclamo y explica que si un privado o una institución pública, como la universidad, no está de acuerdo con esta definición de Urbanización Parque puede pedir la modificación de la norma en la Legislatura o por vía judicial, caminos que no fueron transitados.
«La universidad ha respetado la Urbanización Parque porque desde hace décadas permite que la ciudadanía use sus instalaciones. Recién con la pandemia que decidieron cerrar el parque público», dice. Y suma que esa no es la única violación: «También están infringiendo el principio de progresividad en materia ambiental, ya que generan una regresión: un espacio verde que estaba a disposición de la ciudadanía ahora ya no lo está».
Hoy al predio tienen acceso estudiantes que deben realizar prácticas.
También, docentes, investigadores y personal de la comunidad educativa.
En el campus funcionan sectores de biología, avicultura, enología, botánica, microbiología, genética, nutrición animal y horticultura, entre otros. Hay laboratorios de investigación y un jardín botánico.
Consultados por Clarín respecto al reclamo, desde la Universidad de Buenos explican que el cierre de la facultad «permite cumplir con los protocolos de control de COVID a los docentes- investigadores, no docentes y estudiantes del último año que hacen actividades prácticas esenciales».
Manifiestan que los protocolos de estas actividades fueron autorizados por las autoridades competentes del Gobierno de la Ciudad y de Nación. Y concluyen: «La facultad permanecerá con este funcionamiento hasta que la situación sanitaria permita su apertura a todo público».
Al lugar hoy solo entran estudiantes y personal de la Universidad de Buenos Aires.
Cerrado. Es uno de los pulmones verdes más grandes de la Ciudad. Los vecinos están juntando firmas para pedir su reapertura. MARIO QUINTEROS
PREDIO HISTÓRICO
Un terreno que perteneció a los jesuitas
El predio de la Facultad de Agronomía pertenecía a los jesuitas y pasó a ser terreno del Estado nacional a partir de la independencia.
Empezó a llamarse «Chacarita de los Colegiales», en conjunto con un extenso espacio que hoy incluye al Hospital Alvear, el Club Comunicaciones, el Hogar de Niñas Garrigós, el Instituto Roffo y el Club Argentino Juniors.
En 1874, esos terrenos, que llegaron a comprender 150 hectáreas, formaron parte del proyecto propuesto por el higienista Guillermo Rawson como «Parque Central del Oeste».
Según registros, en 1904 se creó el Instituto Superior de Agronomía y Veterinaria en el predio donde en la actualidad funcionan las facultades.
Cinco años más tarde el instituto fue anexado a la Universidad de Buenos Aires, lo que se formalizó tiempo después con el decreto 1957/63 y una escrituración en 1964. Hoy es un terreno de alrededor de 60 hectáreas que pertenece a la UBA.
Durante décadas, la convivencia entre los vecinos, con sus paseos y distintas actividades, y los estudiantes, docentes y personal de la Universidad fue cotidiana.
Fuente: Clarín.


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